A veces el diseño se trata mucho más de saber escuchar que de saber mirar.
Usualmente se asocia el diseño con lo visual, al cómo crear resultados o productos que se “vean bien”, como ya sabrán bien mis colegas diseñadores, diseñar es muchísimo más que un maquillaje o una disciplina ornamental.
Sin embargo creo que son pocas las veces que asociamos el diseño al saber escuchar, solemos caer en querer dar nuestra opinión o compartir nuestro punto de vista. Porque en eso sí podemos estar de acuerdo, para diseñar debemos observar y observar muchísimo. Desde el comienzo de nuestras carreras aprendemos a entrenar el ojo para ver lo que es invisible para el resto. A ver cómo suceden las cosas, cómo interactúan las personas, a distinguir cómo se mira o cómo se lee, etc. Pero pocas veces nos entrenamos en aprender a escuchar al otro.
Solemos hablar de feedback. Aprendí esta palabra en mi adolescencia y siempre la asocié a una carretera de doble vía, en donde las palabras o acciones de uno se ponen allá afuera en el mundo para acto seguido recibir de vuelta las palabras o acciones del otro. ¿Pero qué tan abiertos estamos a recibir las palabras o acciones que vienen de parte del otro? Como diseñadores, de cualquier área, el feedback es algo crucial, no hay diseño sin testeos y sin iteraciones, y esto solo es posible gracias al feedback de otras personas. Este feedback puede ser verbal o a través de comportamientos y acciones. Si tu producto X no es usado cómo lo planificaste en su minuto y las personas que se enfrentan a él lo utilizan de manera diferente, ese nuevo comportamiento es el feedback que necesitas para iterar y hacer los cambios que sean necesarios, porque recordemos que tanto en el diseño como en los negocios, no se trata de lo que nosotros queremos, se trata de lo que las personas o tus clientes quieran.
Ahora cuando el feedback es escrito o verbal es cuando deberíamos estar mucho más abiertos a escuchar. Pero escuchar de verdad. No “escuchar” mientras lo que en verdad estamos haciendo es armando las respuestas en nuestra cabeza. Sé que es difícil, solemos asociar nuestro valor a las ideas que salen de nuestra boca, sin embargo hoy más que nunca, en un mundo lleno de opiniones y ruido, guardar silencio y escuchar conscientemente nos da una gran oportunidad: la de hacer preguntas que nos permitan conocer mejor a quien tenemos enfrente (ya sea una persona, una situación o un producto) en lugar de llenar los silencios con respuestas que creemos son la solución.
Entonces… ¿Cómo podemos empezar a escuchar de verdad? Creo que el primer paso es saber guardar silencio, ser conscientes de no interrumpir a otros cuando nos están entregando su feedback. Segundo, es dejar los juicios de lado, escuchar sin pensar enseguida si el otro está en lo correcto o equivocado, porque eso solo nos lleva a ponernos a la defensiva y solo querremos reaccionar con nuestras ideas y soluciones. Tercero y último, abrazar la idea de que si escuchamos de verdad podremos conocer al otro en todo su potencial, lo que de seguro nos llevará a productos con mejores experiencias y negocios más exitosos. Escuchar es sinónimo de empatía, la base de un diseño y de una economía que deberíamos poner en práctica más a menudo.