Cuando el diseño humano se encuentra con una marca auténtica, no se inventa una historia: se revela una verdad.
Así fue nuestro viaje junto a Fresca Rebeca, una marca chilena de lácteos que nació para devolverle frescura, transparencia y calidez al acto más simple y cotidiano: tomar un vaso de leche.
A inicios de 2025 trabajamos con todo su equipo para acompañarlos en un momento de transformación: una nueva etapa en la vida de la marca, con el propósito de redescubrir su esencia, su voz y su manera de conectar con las personas. Durante tres años, Fresca Rebeca ha construido una relación cercana con sus consumidores, basada en el origen, la dedicación y el sabor real de sus productos. Pero detrás de esa naturalidad había una intención más profunda: darle una nueva vida, cara y voz a una marca que se siente tan genuina como el campo del que proviene.

“Nos ayudaron a ver cosas que no teníamos en cuenta, a pensar desde la experiencia emocional de la marca, no solo desde el diseño”
En esta conversación, Catalina Hernández, co-fundadora de Fresca Rebeca, fundadora de Kaikai y mentora de emprendimiento, comparte su visión sobre el proceso que vivimos juntos. “Soy diseñadora, pero tengo mejor ojo que mano”, nos contó entre risas. Para ella, este viaje de branding fue una experiencia de aceptación y apertura: entender que el diseño no es solo forma, sino sensibilidad y colaboración. A lo largo del proceso, trabajamos para traducir su intuición en estrategia y su visión en lenguaje visual. Nuestro acompañamiento se dio desde una mirada integral: diseñar desde la emoción, pero con estructura; desde la intuición, pero con propósito. Fue un recorrido de descubrimiento, donde cada conversación nos ayudó a darle nombre a lo que la marca ya era en esencia.
Nuestra colaboración con Fresca Rebeca nació de una recomendación cercana, pero se consolidó por algo mucho más profundo: la posibilidad de mirar distinto. “Nos ayudaron a ver cosas que no teníamos en cuenta, a pensar desde la experiencia emocional de la marca, no solo desde el diseño”, recuerda Catalina. Desde nuestra metodología de diseño estratégico y humano, trabajamos para traducir la sensibilidad de la marca en decisiones concretas: desde la voz hasta la identidad visual.
Desde el inicio, Catalina tuvo claro que este proceso debía involucrar a todo el equipo. Aunque muchos no venían del mundo del branding, hacerlos parte fue clave para que la marca respirara coherencia y pertenencia. “Fue muy bonito ver cómo el primer encuentro con Love&Fear fue abriendo ventanas, y en lo que se convirtió cuando cerramos el proceso”, nos dijo. Más que un rediseño, fue un ejercicio de alineación: conectar miradas, sensibilidades y propósitos.
Nuestro trabajo no buscó inventar una nueva identidad, sino reconocer y amplificar lo que ya existía. “Nos ayudaron a comprender la marca, a notar su brillo”, dijo Catalina. Y quizás lo más importante: “nos reafirmamos en lo que somos.” A veces, el diseño más poderoso no surge de crear algo nuevo, sino de dar lenguaje, forma y coherencia a lo que ya vibra dentro.






